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Acabemos con las relaciones laborales...

Acabemos con las relaciones laborales tóxicas

Gutiérrez Menéndez, María

Capital Humano, Nº 371, Sección Relaciones laborales y prevención / Tribuna, Enero 2022, Wolters Kluwer

Portada

María Gutiérrez Menéndez

CEO Hiwook

Demasiadas personas sienten que su carrera profesional no es lo que habían deseado cuando la comenzaron, décadas atrás, al elegir carrera universitaria.

Después de un par de décadas, echan la mirada atrás y sienten que han sufrido demasiado, que han empleado demasiado esfuerzo, que han hecho una apuesta demasiado grande por un premio llamado «éxito profesional» que no es tan dulce como pensaban.

Y aún más agrio resulta cuando ese éxito está edificado sobre horas y horas de trabajo dejando en un segundo plano el lado personal y, sobre todo, sufriendo por ello.

¿Qué es lo que hace que profesionales inteligentes y muy formados sigan aferrándose a trabajos que no cumplen con sus expectativas? ¿Por qué tantas personas valiosas sienten que su talento no es valorado ni aprovechado al máximo por la organización?

Miles y miles de palabras se han escrito al respecto en papel, en blogs y en redes sociales. Muchas opiniones y estudios rigurosos pontifican acerca del papel que debería desempeñar la organización respecto al cuidado del talento y de las personas y, de forma habitual, se carga a la empresa con la responsabilidad de hacer algo al respecto.

Culpar a la empresa es sencillo, pues así nadie se siente responsable de esa culpa. Es fácil sentir que la culpa es de la cultura, de la estructura organizativa o, incluso, del equipo de dirección o el Consejo de Administración. La responsabilidad así se difumina al igual que cuando se habla de «la sociedad». Sin embargo, creo necesario aportar otro punto de vista para responder a estas preguntas: el de aquella persona que sufre en el puesto de trabajo.

Como sociedad hemos normalizado que la relación entre empresa y empleado sea una relación de poder, donde una parte decide (la empresa) y la otra ejecuta sin rechistar. Una parte elige y la otra, con suerte, es elegida. Una parte paga y la otra tiene suerte de tener trabajo. Sin embargo, podemos ver esta relación de una forma más equilibrada.

Para exponer este punto, voy a hacer una analogía que seguro que conoces bien: los matrimonios tradicionales en los que el marido traía el sustento a casa mientras que la mujer se hacía cargo del hogar y la familia.

Muchos podemos recordar la época en la que ese tipo de matrimonio era la tónica dominante. Hombres y mujeres daban por supuesto que así era como funcionaban las relaciones. Debido a ello, ellos debían ser fuertes, fornidos y pasar el día fuera de casa, mientras que ellas debían ser más sensibles, limpias y amorosas. Ellos traían el dinero y ellas lo administraban con cuidado, ya que era un bien escaso.

Los matrimonios se mantenían juntos pese a los conflictos entre la pareja porque «era lo que tenían que hacer». Las relaciones estaban rotas, pero el matrimonio se mantenía hasta el final no sólo por razones económicas, sino por la presión social.

Las personas que se divorciaban eran vistas como conflictivas y se suponía que «algo tendrían», así como las que se quedaban solteras pasadas los 40 años. Las «ovejas negras» debían estar fuera del rebaño.

Por suerte, gracias a los avances sociales, la mentalidad a día de hoy es otra en relación al matrimonio y a los roles de cada persona en una pareja. Todos conocemos a personas divorciadas de cualquier edad y género. Casi todos damos por supuesto que el contrato en el que ambas partes se unen para toda la vida, aunque no quieran seguir juntos, ya no tiene efecto.

Las personas ahora deciden libremente si quieren casarse o no, a qué edad, si quieren pasar épocas en soledad y otras en pareja, etc. Podríamos pensar que las personas somos cada vez más libres de la idea fantasiosa del amor romántico y eterno que nos habían vendido las generaciones anteriores y las películas de princesas Disney.

Sin embargo, en el mercado laboral, se sigue pensando que las relaciones deben ser eternas y que hay una parte que debe cuidar a la otra, al igual que antes se pensaba que el hombre debía ser responsable de la mujer.

Con esta analogía en mente, podemos entender cómo los profesionales (que hacen el papel femenino de antaño) se perpetúan en relaciones laborales tóxicas (matrimonios no deseados o conflictivos) con el siguiente sufrimiento por ambas partes.

Puede que me adelante a un pensamiento que viene a tu mente ahora mismo: «claro, pero lo que hay ahí es una dependencia del salario, no de la relación. En cuanto las mujeres accedieron a sus propios trabajos, todo cambió.»

Y estoy completamente de acuerdo en que, cuando las mujeres se empoderaron y vieron que tenían capacidad de decisión y de acción, las relaciones matrimoniales cambiaron por completo. Lo mismo se puede hacer en el mercado laboral. Y no me estoy refiriendo a que las personas deban emprender y crear sus propias empresas.

TODO PUEDE SER MÁS SENCILLO

Si los profesionales se empoderan y dejan de verse a sí mismos como dependientes de la empresa (ya sea por la nómina, el estatus, la vida social, etc.), serán capaces de tener una relación de tú a tú con cualquier empresa, pudiendo elegir trabajar en aquella en la que mejor calidad de vida y desarrollo profesional pueda conseguir. De esta forma, el área financiera de la persona no se verá afectada. Siempre puede tener ingresos, pero eligiendo a la empresa que se lo proporciona.

Volviendo de nuevo a la analogía matrimonial, sería algo como que, el hecho de divorciarse una vez no implica que la persona nunca más pueda volver a enamorarse y a vivir en pareja. De hecho, será más probable que lo haga cuanto más empoderada esté la persona. El hecho de estar segura de sí misma hará que más personas quieran competir por su atención y por su amor.

Entonces, ¿Qué es lo que hace que profesionales inteligentes y muy formados sigan aferrándose a trabajos que no cumplen con sus expectativas? ¿Por qué tantas personas valiosas sienten que su talento no es valorado ni aprovechado al máximo por la organización?

La respuesta es porque sufren una dependencia profesional que les impide empoderarse y verse a sí mismos como profesionales valiosos que pueden elegir en qué organización trabajar para aportar todo su talento.

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