
Trabajar en compañía de gente competente es, literalmente, una bendición. Las personas competentes pueden ser inspiradoras y estimulantes, podemos aprender de ellas y desarrollarnos más y mejor. Pero un grupo de individuos competentes no garantiza que exista un buen trabajo en equipo, que es, en realidad, lo que hace que una organización funcione bien, de un modo sano y sostenible en el tiempo. Todo depende de la cultura de equipo que tengan los individuos y eso depende de muchos factores, sobretodo de cómo hayan sido educados para trabajar con otros seres humanos.
Las habilidades necesarias para ser competente a nivel individual son diferentes de las que hacen falta para ser un buen miembro de un equipo. Lo primero no garantiza lo segundo, todo depende de cómo sea la cultura de la organización en cuanto a trabajar en equipo.
Cambiemos de palabra ahora y pasemos a otra muy próxima pero radicalmente diferente a «competente». Una palabra y un concepto que nos trae muchos problemas: «competitivo».
¿Crees que eres una persona competitiva? ¿Crees que debes serlo? Pero… ¿qué significa exactamente ser competitivo…? ¿Quién debe serlo, cuándo y por qué…?
Como músico moderno, docente y persona de empresa, estoy acostumbrado a trabajar en equipo, y trabajo simultáneamente en varios equipos en diferentes entornos. Pero en este artículo me gustaría hablar específicamente de cómo los músicos entendemos el concepto de ser competente, ser competitivo y trabajar en colaboración con otros. Cuando se trata de hacer música, los ámbitos individual y grupal son dos caras de la misma moneda, dos herramientas igualmente necesarias para la consecución del objetivo: hacer buena música al mejor nivel posible.
¿QUÉ HACEN LOS MÚSICOS?
Un músico puede estar en una banda estable, que sea su único proyecto activo, o puede ser un «mercenario» de la música que colabore en varios proyectos de estudio o de música en directo, con personas diferentes y manejando músicas de distintos estilos. A esta última situación en la esfera laboral se la conoce como «economía de bolos» (gig economy, en inglés), es decir, un conjunto de proyectos laborales, pequeños o medianos, paralelos o secuenciales, que acaban conformando un volumen de trabajo suficiente para que la persona en cuestión pueda vivir de ello. El primer caso equivale a un empleado con un contrato estable que trabaja habitualmente con las mismas personas. El segundo caso se parece más a un trabajador autónomo que trabaja por proyectos.
Pero en cualquiera de los dos, un buen músico no compite contra el resto de músicos. Los músicos competimos contra nosotros mismos para ser la mejor versión que podamos ser, y así luego poder colaborar con otros al máximo nivel posible. Es decir: competimos contra nosotros mismos para poder colaborar mejor con otros. Trabajamos cada día para mejorar, en una constante búsqueda de nuestra mejor versión individual. En otras palabras: nos esforzamos para ser más competentes cada día.
¿COMPETIR CONTRA NOSOTROS MISMOS?
Dada la vasta inmensidad y dinamismo del universo musical, un músico mínimamente inquieto puede estar formándose continua e indefinidamente. Uno nunca puede pensar que ya lo sabe todo. Cuando crees que ya estás cómodo con las distintas formas del blues, un buen día te fijas en el jazz y vuelves a la casilla de salida. La diferencia está en que en este nuevo viaje serás más ágil gracias a tu experiencia acumulada, la cual te ayudará en cualquier nueva aventura musical que emprendas. Como dice el refrán: la práctica hace al maestro. Y de eso se trata, de autoformación continua, de acumular horas de práctica, experiencias, de domarte a ti mismo, de entender cómo funciona tu sistema nervioso, tu memoria, tu coordinación, tu expresividad, tu creatividad, tu imaginación. La práctica musical no es sólo una actividad intelectual sino también física. Ambas se necesitan mutuamente.

Y como en cualquier otro oficio o profesión, la continua auto-formación y reciclaje son fundamentales para garantizar la competencia de uno mismo. De hecho, cada vez se cuestiona más si vale lo mismo el título de un recién titulado en ingeniería o informática que el de uno que se tituló hace 15 años. Del mismo modo que hay que renovar el permiso de conducir cada cierto tiempo, ¿no sería justo pensar que una gran cantidad de títulos y carreras podrían y deberían ser actualizados? Para una ejecución excelente se precisa una buena combinación de experiencia y de conocimientos actualizados, y eso debería buscar cada profesional en su ámbito. La experiencia es un grado, pero los conocimientos actualizados son otro y no menos importante.
EXPERIENCIAS MULTIDISCIPLINARES
Siempre se ha considerado recomendable que un profesional reúna experiencias en diferentes puestos de una organización. Por poner un ejemplo, no es sólo que una buena directora comercial debe de haber sido antes una buena agente comercial, es que haber sido agente comercial también será de ayuda para una directora de marketing o para un director financiero. Toda experiencia como parte de un conjunto enriquece tu visión desde cualquier otra parte de ese conjunto.
En la música, el valor de las experiencias multidisciplinares es particularmente evidente. Una importante proporción de los músicos que conozco y con los que he trabajado tocan más de un instrumento. Lo bonito y paradójico de esta cuestión es que cada nuevo instrumento que estudias te hace aprender cosas también sobre el que ya conocías. Es como aprender idiomas. Cuando aprendes uno nuevo, comprendes y usas mejor los que ya conocías, porque tu cerebro va tejiendo una red de paralelismos y conexiones entre unos y otros. Así que si ya hablas francés te será más fácil aprender italiano, pero a la vez aprender italiano te ayudará a mejorar tu francés.
Toda experiencia como parte de un conjunto enriquece tu visión desde cualquier otra parte de ese conjunto
Pasa exactamente lo mismo con la música. Aunque yo soy guitarrista, también toco el bajo y la batería. Desde hace un año toco la batería en una banda de música funk y, por raro que parezca, la práctica en la batería me hace ser mejor guitarrista (y también mejor bajista). La batería me hace ser mejor con los ritmos, y prestar más atención a detalles diferentes, y todo eso luego lo aplico al resto de instrumentos. A la vez, desde mi silla de baterista puedo darle indicaciones al guitarrista de la banda y al bajista, que a su vez me ayudan con sus sugerencias para que yo suene mejor en la batería.
Cuando nuestro nuevo bajista se incorporó a la banda, le comenté que su amplificador estaba sonando con un exceso de tonos graves, y que le sentaría bien equilibrar un poco su ecualización. Me dijo que nunca nadie le había comentado nada parecido, y estaba sorprendido y agradecido de recibir ese tipo de indicaciones. Durante sus siguientes ensayos fue prestando mucha más atención a su sonido y aprendió a escuchar más los detalles, de modo que ahora su contribución a la banda encaja mucho mejor con el conjunto, y todos sonamos mejor.
Algunos de los músicos más virtuosos y legendarios empezaron tocando un instrumento distinto al que les hizo famosos. Y no cabe duda de que justamente esa experiencia fue la que les llevó a la excelencia con el nuevo instrumento. Un excelente ejemplo de ello es el bajista Jaco Pastorius, un músico que elevó el bajo eléctrico hasta un nivel nunca imaginado antes.
Pues bien, Pastorius tocaba la batería hasta que se rompió una muñeca y la fractura le impidió seguir tocando este instrumento. Así que cambió la batería por el bajo, y el resto es Historia.
El guitarrista virtuoso Nuno Bettencourt, un auténtico dios del rock, también fue antes batería.
En otro nivel encontramos a músicos multi-instrumentistas como Paul McCartney, el legendario bajista de The Beatles, que toca el bajo, la guitarra y el piano en cada concierto.
Y luego tenemos a Prince, un músico que lo tocaba todo: batería, bajo, guitarra, teclados… De hecho, en algunos discos de Prince él tocaba todos los instrumentos.
COMO EN MONSTERS, S.A.
Siempre me admira la cantidad de mensajes valiosos que se esconden en el mundo del arte. Uno de los más interesantes lo encontramos en la película de animación Monsters, S.A. Los monstruos tenían una fábrica de energía que provenía del miedo. Los «asustadores» salían de noche a espantar a los niños, y con su miedo llenaban depósitos de valiosa energía. Pero al final de la película descubren que la risa produce una cantidad mucho mayor de energía que el miedo, así que transforman su industria para aprovechar todo el potencial de esta nueva fuente.
He conocido empresas donde todo el mundo competía a codazos, tratando de hacer méritos para medrar, o simplemente para mantener su puesto. Cuando un ser humano compite contra otro, primero tiene que igualarse con él en unos parámetros comunes, medibles y objetivos, y luego luchar por sobrepasarle. Pero al hacerlo, ese ser humano, que por definición es único y singular, puede estar borrándose a sí mismo, y puede incluso llegar al extremo de luchar contra su propia naturaleza. Es la definición de alienación. Una cultura empresarial así potencia el individualismo, el estrés y las malas prácticas profesionales.
Por suerte, también he conocido organizaciones donde la cultura no empujaba a los miembros de la organización a sacarse los ojos unos a otros, sino a colaborar entre ellos sin reservas. El ambiente laboral es mucho más respirable y hasta curativo. El compromiso individual con la organización es, sin duda, mucho más honesto, intenso y longevo. La organización al completo irradia esa energía positiva de manera evidente.
La excelencia del equipo dependerá de que cada individuo despliegue una mezcla de respeto, disposición para aprender de los demás, y también para enseñarles lo que él sabe
Como en Monsters, S.A., la energía de la colaboración siempre es mejor, más enriquecedora, sana y sostenible que la energía de la competitividad interna. Es mejor un equipo de gente que sabe colaborar para un mejor resultado conjunto, que un equipo de gente que compite entre sí para un mejor resultado individual.
Los músicos tenemos eso tan claro que ni siquiera es un tema de conversación entre nosotros. Desde que entramos al ensayo, o desde que pisamos el escenario, estamos ahí para colaborar al máximo. Lo único importante es el resultado conjunto, y cuanto más y mejor colaboramos, más disfrutamos y mejor es nuestro resultado.
Los ejemplos de músicos que disfrutan colaborando son innumerables, pero me parece un magnífico ejemplo el de tres divas del pop y del rap que colaboraron en 2014 compartiendo un tema que ha sido un auténtico bombazo musical. Se trata de Ariana Grande, Jesse J y NickiMinaj y su espectacular tema Bang Bang:
Ariana Grande, Jesse J. y Nicki Minaj
EQUIPOS DE ALTO RENDIMIENTO
El saber no ocupa lugar y todo acaba sumando para que seas realmente competente en lo que haces, sin competir contra nadie más que contra ti mismo para ser tu mejor versión. Si llegas ahí, todo el mundo querrá estar en tu equipo, o tenerte en el suyo. Si tus experiencias han sido diversas, serás una persona más sabia, más competente, y esto te dará empatía para entenderte con los demás, lo cual te ayudará a colaborar mejor con ellos, y a la vez, ayudará a los demás a colaborar mejor contigo.
En ese entorno, la excelencia del equipo dependerá de que cada individuo despliegue una mezcla de respeto, disposición para aprender de los demás, y también para enseñarles lo que él sabe. Un equipo donde las personas sienten que pueden a la vez aprender y enseñar es un equipo donde la colaboración es el eje, un equipo que reúne las condiciones para un rendimiento excelente, estable y emocionalmente positivo. Un equipo de alto rendimiento. No se puede pedir más.
EN SÍNTESIS
Competir contra los demás puede alienarte y convertirte en ellos… borrándote a ti mismo.
Competir contra ti mismo te hace más competente. Ser más competente mejora tus oportunidades de colaboración con otras personas. Colaborar con los demás te enriquece a ti y a los demás, y aporta muchísimo más valor a la organización de la que formas parte.
