
José Manuel Casado González
Socio de 2.C Consulting y Coordinador de área de Crecimiento Profesional de Capital Humano

¿Por qué los estadounidenses innovan, se esfuerzan y prosperan más que los europeos?, ¿por qué ellos imitan a los mejores y a los que más ganan y triunfan, mientras que los europeos denostamos, e incluso calificamos negativamente, a aquellos que consiguen grandes éxitos y triunfan?, ¿por qué en España censuramos, por ejemplo, a Amancio Ortega (pregúntele a alguno de nuestros ilustres políticos que le critican por donar parte de lo que honestamente gana para ayudar a los demás) o a Rafa Nadal (que construye la escuela de campeón en su pueblo natal, Manacor, mientras que el alcalde intenta destruir su buen nombre acusándole de retrasarse en el pago del IBI) porque aporten a la sociedad más que nosotros, mientras que los demás nos regocijamos en nuestro estado de mala suerte?, ¿es por envidia?, ¿es cultural?...
Puede que sea por envidia, pero también puede que sea porque se nos han enseñado así. Los europeos cuando vemos o hablamos de gente de éxito siempre buscamos un pretexto o excusa para murmurar que son personas que se han aprovechado, de forma torticera del sistema, engañándolo o saltándoselo para beneficiarse personalmente, mientras que los estadounidenses creen que es porque son más inteligentes, han hecho más esfuerzos y aplicado más ambición —este término también en nuestra cultura tiene más connotaciones negativas que positivas— dedicación y constancia por conseguir lo que quieren. Es decir, los gringos ven un triunfador y se preguntan: ¿Qué tengo que hacer yo para ser como él?, ¿cómo debo actuar para tener éxito?; mientras que los europeos, ante la misma situación, solemos sospechar injustificadamente que debe de ser porque el triunfador se ha aprovechado de las circunstancias. Unos miran con orgullo, satisfacción y admiración a los que tienen éxito y se preguntan qué debo hacer yo, personalmente, para tener éxito, y otros, parecemos estar convencidos de que lo han logrado, bien porque han tenido suerte o porque han abusado de algo o alguien para ello.
Hace no mucho, tuve la suerte de asistir en Abante a una conferencia de Hans Ulrich Gumbrecht, un estadounidense de origen alemán, profesor del Stanford y autor del libro "El Espíritu de Silicon Valley", que aseguraba que en gran parte la etiología de este problema residía en el denominado estado de bienestar que impera en Europa; éste garantiza a la gente una cómoda situación en la vida aunque no hagan nada especial para merecerla o sin esforzarse más de lo necesario. El estado de bienestar nos hace subsidiarios, parece eximirnos de la responsabilidad individual por nuestra mejora, acaba matando el pensamiento emprendedor y cercena el espíritu de riesgo y aventura, haciendo a las personas más acomodaticias y menos proactivas: este paternalismo nos vuelve perezosos y exigentes y al menor contratiempo protestamos y exigimos al Gobierno soluciones que deberíamos buscar en nosotros mismo; porque está claro que la iniciativa pública desaloja a la privada y el no tener ciertas prestaciones aseguradas de antemano, anima a salir de la zona de confort para prosperar y luchar por ganar una mayor bienestar.
MODELOS
Igual tiene que ver con el sistema de valores de la sociedad, con la religión que se practique, con el modelo o paradigma económico, o con todo a la vez. Según The World Competitiveness Yearbook (Informe anual publicado por el Instituto Internacional para el Desarrollo de la Gestión (IMD) con sede en Suiza sobre la competitividad de las naciones, que se ha publicado desde 1989 y que año tras año compara el desempeño de 63 países con base a 340 criterios que miden diferentes facetas de la competitividad) existirían tres tipos de modelos para interpretar las razones del espíritu emprendedor:
- 1) Modelo del Sur: caracterizado por poca regulación, actividades paralelas no reportadas y alto grado de volatilidad.
- 2) Modelo de Europa Continental: altamente regulado y con mucho énfasis en el consenso y la estabilidad.
- 3) Modelo Anglosajón: mínima regulación, máxima flexibilidad, fomento de asunción de riesgos personales y otorgamiento de poder y responsabilidad al individuo sobre el estado.
SIGNIFICADO DEL TRIUNFO
Es cierto que los anglosajones son defensores de la denominada «Destrucción Creativa» (concepto creado por el sociólogo alemán Werner Sombart y popularizado por el economista austriaco Joseph Schumpeter) que describe el proceso de innovación que tiene lugar en una economía de mercado en el que los nuevos productos destruyen viejas empresas y modelos de negocio. Para los norteamericanos, las innovaciones y los emprendedores son la fuerza que hay detrás de un crecimiento económico sostenido a largo plazo, pese a que en esta gesta puedan destruir por el camino el valor de compañías bien establecidas. Para ellos el Estado debe encargarse de garantizar seguridad y justicia, construir infraestructuras e intervenir en caso de emergencia; pero cuando la acción del Estado va más allá se desmoviliza a las personas y se pierde su capacidad creadora de aportación.
Para los norteamericanos, las innovaciones y los emprendedores son la fuerza que hay detrás de un crecimiento económico sostenido a largo plazo, pese a que en esta gesta puedan destruir por el camino el valor de compañías bien establecidas
Ya Max Weber, padre de la sociología, sostenía en su obra de 1905 —"La ética protestantes y el espíritu del capitalismo" que, como el lector sabe, ha sido uno de los mejores libros de filosofía y economía—, que el llamado Homo Economicus no era solo una máquina racional y analítica; sino que el individuo está influenciado por valores, emociones y pensamientos. En esta gran obra (que le recomiendo encarecidamente volver a leer) ya resaltaba también que la ética calvinista, que fomenta la dedicación del individuo a una ocupación que se ejerce, genera una productividad más grande en los países protestantes que en los demás.
Para el protestantismo, la búsqueda del dinero es casi el valor supremo de la vida; en la que el ejercicio constante de una profesión, el esfuerzo y el trabajo, es la manera más adecuada y privilegiada para adquirir el dinero. Mientras que, para los valores europeos, el dinero, es considerado como un signo de codicia y no como un bien que se consigue por el esfuerzo; aunque, si le soy sincero, no he visto a ningún «progre», de esos que vociferan repartos equitativos para todos por el mero hecho de haber nacido, que cuando ellos lo consiguen lo repartan; aunque prediquen que los demás deban hacerlo; no vaya muy lejos y reparé en nuestro país en algunos de la renovada «casta» política.

CULTURA Y SENTIDO DEL DEBER
La cultura norteamericana siempre ha exaltado y alabado el éxito de los individuos que se lanzaron solos a perseguir sus sueños empresariales. Esta manera de pensar forma parte del intenso individualismo con el cual está imbuido su ADN cultural. El presidente Obama dijo en una ocasión: «Han sido quienes toman riesgos, los que nos han conducido a través del complejo y duro camino hacia la prosperidad y la libertad». Es evidente que los jóvenes de aquella potente nación, aprendieron a querer y valorar a sus inventores, como Benjamín Franklin, Thomas Alva Edison y por supuesto a sus innovadores y emprendedores, como Steve Jobs de Appel, Bill Gate de Microsoft o Sergey Brin de Google y un largo etcétera.
En definitiva, hay dos factores determinantes para fomentar el espíritu emprendedor; el primero, es cultural, porque América venera y ama a sus emprendedores; les concede un estatus más alto, mayor reconocimiento y recompensas que en ningún otro país del mundo; y el segundo, porque ha creado una arquitectura de políticas públicas a través de leyes y relaciones institucionales e incentivos financieros que estimulan y apoyan el esfuerzo de los emprendedores.
Estoy convencido de que el éxito tiene una estrecha relación con competitividad, y ésta con el sistema de valores que se nos inculcan desde la escuela, y que los emprendedores son los que tienen ese espíritu de éxito inquebrantable para crear cosas nuevas y mercados, y que destacan sobre todo por su tenacidad, vitalidad, energía, esfuerzo, responsabilidad y por su perseverancia y ambición que, dicho sea de paso, para ellos no es la mera riqueza material o el simple hedonismo de vivir mejor con más dinero, sino que suele ser gente que sueña con crear un gran grupo empresarial para generar riqueza y empleo y construir, con su espíritu emprendedor, un mundo mejor.