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¿Cómo entrenar la mente? Y aprender de forma exponencial

  • 21-9-2020 | Mercedes de la Rosa Valverde

Ficha del Libro

Autor: Fernando Botella

Título: ¿Cómo entrenar la mente? Y aprender de forma exponencial

Edita: Alienta Editorial

Páginas: 400

A través de un lenguaje sencillo y comprensible y un diseño provocativo, el nuevo libro de Fernando Botella nos lleva a replantearnos el status quo del pensamiento más establecido. Lo hace a través de reflexiones centradas en algunas de las habilidades básicas que nos conectan con el nuevo presente social, al que cualquier persona, desde su ámbito profesional o personal, tendrá que enfrentarse.

Una novísima revisión de temas como la escucha generativa, el poder de la pregunta, el feedback, la naturaleza de la imperfección, la fuerza de la imaginación, el pensamiento disruptivo, los miedos o el nuevo liderazgo. Y todo ello desde una propuesta novedosa: entrenar la mente desde la comprensión de nuevas habilidades y el manejo de herramientas que nos lo permitan. El libro plantea el aprendizaje bajo un prisma exponencial y una actitud de aprendezaje continuo bajo 4 claves: Actitud, Talento, Esfuerzo y Acción.

Prologado por Álex Rovira, el libro cuenta con un capítulo Bonus Track en el que el autor ha invitado a expertos, colegas y amigos a que expresen su opinión sobre el tema. Algunos de los invitados son Toni Nadal, Valentín Fuster, Luis Rojas Marcos, Jorge Blass, Santiago Álvarez de Mon o Seth Godin.

Pregunta.- ¿La formación lo arregla todo? Porque en muchos aspectos parece que tenemos más formación que transformación…

Fernando Botella.- No, la formación no lo arregla todo. Lo que sí puede hacer es crear la predisposición necesaria para que las cosas empiecen a arreglarse. Pero la formación es solo uno de los elementos necesarios para que se produzca una verdadera transformación. Un elemento importante, ya que es la que permite la adquisición de nuevos conocimientos que requiere toda transformación, pero no el único. Sí que hay muchos casos en los que se detecta una desconexión patente entre los programas formativos de las empresas y sus procesos de transformación, cuando son elementos que deberían estar perfectamente alineados. Y ese desfase no se da únicamente en los grandes proyectos de transformación cultural, sino incluso también a nivel técnico.

P.- En alguna ocasión le he oído a Xavier Marcet, gran especialista en Innovación, que «Cuando no sabemos resolver algo le metemos formación cuando lo difícil es desaprender». ¿Cuánto tenemos que desaprender para poder seguir aprendiendo?

F.B.- Estoy muy de acuerdo con Marcet. Cuando en las empresas detecta un problema al que no saben dar respuesta recurren casi automáticamente a la formación. Y en ocasiones eso resuelve el problema, pero en la mayoría de los casos es una medida insuficiente. Sobre todo si esa formación no lleva incorporada procesos de desaprendizaje. La formación que mejor funciona es aquella que no solo trae cosas nuevas, sino que elimina las viejas. Porque es mucho más difícil hacer desaparecer una idea errónea consolidada que incorporar una nueva acertada.

P.- ¿Qué tendríamos que mejorar en nuestro modo de aprender?

F.B.- Bajo mi punto de vista, la clave está en la transferencia de esos conocimientos al puesto de trabajo. Es decir, que está más en el hacer que en el saber. Si el aprendizaje se queda en una carpeta almacenada en una estantería o en el archivo de un ordenador no está cumpliendo su función. Se necesita que la formación sea cada vez más experiencial, que esté apoyada en el learning by doing y no tanto en cuerpo teórico de una presentación de PowerPoint

P.- La habilidad para resolver problemas complejos, la capacidad para gestionar recursos y las aptitudes sociales son las habilidades más importantes en el medio plazo ¿dónde se estudia eso?

F.B.- A esas habilidades que, en efecto, son importantísimas, yo añadiría dos más: la capacidad de pensar de forma disruptiva y la de generar entornos de relación productivos a través del talento compartido y la inteligencia conectiva. ¿Qué dónde se estudia eso? La mejor respuesta que se me ocurre a eso es que en ningún sitio. Se aprende a través de la experiencia vital y de aplicar estas habilidades a situaciones reales. Es cierto que en las escuelas de negocios se hace cada vez más hincapié en estos elementos, algunos de los cuales ya forman parte de sus programas formativos. Pero en mi opinión es responsabilidad absoluta de las organizaciones asegurarse de que sus colaboradores adquieran estas habilidades. En este sentido, la cultura organizativa es un elemento que puede actuar como acelerador o como freno para su proliferación en el seno de las plantillas.

Si el aprendizaje se queda en una carpeta almacenada en una estantería o en el archivo de un ordenador no está cumpliendo su función

P.- En tu libro hablas de que todo es cuestión de práctica y entrenamiento, pero ¿qué pasa si mis tiempos de aprendizaje no están sincronizados con las necesidades del momento?

F.B.- Eso sería un problema, sin duda. Aunque conviene puntualizar que hay varios tipos de aprendizajes, y de ambos hablo en mi libro. Por un lado, están los que tienen que ver con el pensamiento disruptivo y con adelantarse a los cambios de cada momento. Este tipo de aprendizajes sí que hay que sincronizarlos con los tiempos de los cambios. Pero luego hay otro tipo de aprendizajes básicos y esenciales que permanecen inalterables y que cualquier profesional, por bueno que sea en su materia de especialización, deberá segur entrenando a lo largo de toda su carrera. Todos asumimos que Rafa Nadal ya sabe dar el revés a dos manos y que, de hecho, tiene uno de los mejores reveses a dos manos del circuito. Sin embargo, que no nos quepa duda de que él sigue entrenando ese golpe a diario. Esos entrenamientos básicos nos ayudan a desarrollar también los nuevos y facilitan mantener el ritmo de aprendizaje respecto a lo nuevo.

P.- ¿Cómo sincronizamos nuestras capacidades actuales con las necesidades del futuro?

F.B.- Una de las mejores maneras de aproximarse al futuro es permaneciendo muy atento al presente, porque el presente está lleno de indicadores, para quien sepa leerlos, de lo que está por venir. Y esto es aplicable al plano tecnológico, al del management y a un sinfín de terrenos. Esa sería la primera regla de oro. La segunda es afilar la imaginación y la creatividad, ya que son las herramientas que permiten visualizar las cosas de manera desacostumbrada y empezar a crear, así, ese futuro deseado desde el presente. La tercera clave tiene que ver con mantener una actitud de aprendiz continuo, con estar permanentemente atento y abierto a lo que está por llegar, con ser, en definitiva, un buen investigador de tendencias.

P.- Este entorno de cambio constante genera un alto nivel de estrés ¿Cómo hacemos para que no nos incapacite? ¿cómo se consigue el reinventarse una y otra vez sin poner en riesgo nuestro equilibrio mental?

F.B.- Lo primero que habría que precisar es que no todo estrés es malo. Hay un tipo de estrés, el conocido como eutrés, que lo que consigue es mantenerlos alerta y es absolutamente necesario para que podamos avanzar. Ese tipo de estrés es el que nos mantiene en un cierto estado de insatisfacción —dentro de un orden- permanente para, desde ahí, innovar, aprender y romper barreras. Ese tipo de estrés es el responsable de que la especie humana haya evolucionado tanto y hayamos llegado hasta donde hemos llegado.

Y luego está el distrés, que es el estrés que nos genera estados de ansiedad hasta el punto de llegar a incapacitarnos. Normalmente este tipo de estrés tóxico llega por una autopercepción de falta de talento o capacidad para abordar una determinada tarea o misión. Por eso el mejor antídoto frente al estrés es estar permanentemente reinventándonos y alimentando nuestro talento. Esa es la clave para mantener el equilibrio mental y no sentirnos superados por los acontecimientos. Por otra parte, hay que relativizar el cambio, normalizarlo. No es necesario que sepamos reaccionar a todo lo que sucede, y, desde luego, sufrir por cada nuevo desafío que se nos plantea no es algo saludable. Eso no quiere decir darle la espalda a la realidad, sino normalizarla desde un punto de vista mental como primer paso para afrontarla. Hay que desechar un tipo de preocupación inútil que no aporta, paraliza y no conduce a ninguna parte.

P.- En el libro hablas de la importancia de hacerse las preguntas para avanzar. ¿Qué supone que la gente guarde silencio en lugar de hablar?

F.B.- Normalmente las personas que más silencio guardan son también las que formulan las mejores preguntas. Cuando uno hace una pregunta, lo más inteligente es quedarse callado esperando a que lleguen una o varias respuestas. Pero mucha gente no sabe hacer eso, y lo que hace es seguir hablando, dando automáticamente por válida la respuesta que ya estaba alojada en su cabeza desde el principio, con lo que no permite que nuevas ideas enriquezcan su punto de vista. Otro aspecto importante es que no solo hay que hacer preguntas a los demás. Hacernos buenas preguntas a nosotros mismos es algo fundamental para avanzar. Al hacernos preguntas lo traemos el futuro al presente, nos adelantamos a las circunstancias y sacamos a relucir nuestra mente curiosa para entender aquellas cosas que todavía no comprendemos. Las preguntas nos ayudan también a cambiar nuestras acciones y a relacionarnos mejor con nuestro entorno y con las otras personas.

P.-¿Cómo podemos preparar el escenario para dotar al equipo de la seguridad psicológica necesaria para hacer las preguntas adecuadas?

F.B.- Se trata de aprender y practicar las preguntas. Y de saber que existen diferentes tipos de preguntas y que cada una sirve de un modo diferente para comprender los diferentes escenarios de futuro. Tenemos que conocer esas diferentes funciones que cumplen las preguntas y cómo cada una de ellas nos puede ayudar a enfrentar esas diferentes realidades.