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¿Medio vacía o medio llena?

Ricardo Cortines

Profesor de ciencia política y filosofía del derecho en la UCJC

Autor del libro El buen tiempo

Capital Humano, Nº 358, Sección Crecimiento profesional / Tribuna, Noviembre 2020, Wolters Kluwer

Portada

La famosa disyuntiva de la botella medio llena o medio vacía —muy propia de situaciones de crisis como la que ahora estamos viviendo— siempre me ha hecho gracia y, aunque desconozco quién fue el artífice del «dilema», lo que sí puedo decir con seguridad de él es que era medio tonto o medio listo.

¿Por qué?, preguntaréis. Pues porque, tanto si vemos la botella medio llena como si la vemos medio vacía, lo único que vemos es media botella, es decir, no vemos la botella entera. Y, si no se ve la botella entera, si no se contempla la realidad íntegra, las conclusiones que se saquen a partir de esa perspectiva meramente parcial de la botella/realidad, serán siempre conclusiones a medias.

Los que ven la botella medio llena piensan que las crisis son épocas de oportunidad. Los que ven la botella medio vacía piensan que las crisis implican todo lo contrario. ¿Veredicto? Ambas visiones son acertadas y, a la vez, desacertadas.

En cuanto a la mitad vacía de la botella, es algo que nadie puede negar. La depresión económica en la que hoy está inmerso el país es un hecho contrastado. En cambio, en cuanto a la mitad llena de la botella no podemos decir lo mismo. El decrecimiento del PIB lo veo, las empresas que cierran las veo... Son hechos ciertos. Pero ¿qué hay de las oportunidades? ¿Dónde están? O, mejor dicho, ¿esas oportunidades están al alcance de todos? ¿Hay igualdad de oportunidades a la hora de aprovechar las oportunidades?

«La Economía son ciclos», explican los economistas cuando se refieren a las crisis. «Ciclo», en el lenguaje eufemístico de los «vendedores de motos», quiere decir algo así como que «para que haya ricos tiene que haber pobres». Lo que intento decir es que ¡claro que la Economía son ciclos! ¡claro que tras la ruina está la prosperidad! Es así precisamente como se hacen fortunas, es así como se mueve el dinero: comprando lo que otros no tienen más remedio que dejar atrás.

Las crisis económicas no afectan a todo el mundo por igual. De hecho, si en algún momento se pueden apreciar las diferencias entre ricos y pobres, si algo las evidencia a las claras, son las crisis frente a las que unos están inmunizados y otros son carne de cañón. Y esta crisis económica que estamos viviendo no es una excepción.

Leyes inmutables

En esta crisis está volviendo a pasar lo de siempre: que los ricos se hacen más ricos y los pobres, más pobres. Es una ley inmutable que el rico siempre se hace rico a costa del pobre. Primero cuando le vende lo que sea que al pobre le interese, y después cuando el pobre, que quería dejar de serlo, se encuentra con que no puede dejar de serlo y tiene que revenderle al rico lo que primero le compró.

Si las oportunidades están ahí, esperando a que cualquiera las vea y las aproveche, pero solo unos tienen la posibilidad de sacarles partido es obvio que no hay igualdad de oportunidades. Y eso hace que cuando la Economía enferma, cuando el virus de los cierres empresariales y del paro se cuela en el aparato respiratorio de la sociedad, siempre «caigan» los mismos. Las crisis tienen sus grupos de riesgo como el COVID los suyos, pero sus estragos son a la larga mucho mayores que los que causa una pandemia como la que estamos padeciendo.

Al capitán del barco incumbe —como no puede ser de otra manera— responder de sus actos en esta singladura y maniobrar para que la crisis económica no se agudice y se invierta lo antes posible, buscando preferentemente que todos tengamos las mismas oportunidades de llegar a buen puerto.

Nuestro gran objetivo como sociedad es encontrar la vacuna para la endemia que llamamos crisis. Tenemos que conseguir que las oportunidades no tengan nombre y apellidos, sino que cualquiera pueda aprovecharlas. O, lo que es lo mismo, que las recesiones no entierren a unos y hagan prosperar a otros.

¿Saldremos de esta crisis? Sí. Otra cosa es cuánto tardaremos —y, sobre todo, cuánto tardará en aparecer otra crisis—. Pero, sea cuando sea que pase este tsunami habrá sido, como siempre sucede, a costa de muchos. Por la puerta pequeña.

Con todo, lo peor es que cuando llegue ese día todos se apuntarán el mérito. El Gobierno dirá que sus medidas han dado resultado, la oposición dirá que todo se debe a su impecable labor de control del Gobierno y unos y otros alabarán el espíritu de sacrificio del español.