Decía Oscar Wilde que «lo que el fuego no destruye, lo endurece». Una idea latente en el nuevo libro de Henar Vega, Trabajar en llamas. Se trata de una obra divulgativa, en la que la autora da pistas para comprender y superar el denominado síndrome del trabajador quemado o burnout, que hace referencia a la cronificación del estrés laboral. Lo hace con conocimiento de causa, pues, además de psicóloga, ella misma lo sufrió en carnes propias. Trabajar en llamas ofrece a los responsables de equipo claves para prevenir y lidiar con el desgaste profesional de la plantilla, al mismo tiempo que ayuda a los profesionales a identificar las señalas de alerta. Capital Humano conversa con ella sobre el burnout, la medicalización de los problemas de salud mental o el coste para las empresas de no disponer de estrategias de salud mental.
Pregunta.- En el libro dice que usted misma sufrió el síndrome del trabajador quemado. ¿Puede revelar su experiencia?
Respuesta.- Mi caso es algo particular puesto que yo conocía ya el síndrome y fui muy consciente del avance de los síntomas. Mi error fue no priorizar mi salud, no priorizarme yo. Eso, en parte, se debía a que amaba mi trabajo y la empresa en la que lo hacía. A veces pensamos que el síndrome del trabajador quemado va directamente asociado a que no te gusta lo que haces o la relación con tu jefe o tus compañeros, pero no siempre es así. En mi caso particular, fue más asociado a un exceso de entrega con lo que hacía, combinado con una necesidad de nuevos retos. Cuando por fin decidí tomar acción de manera firme, hubo muchas facilidades. Para mí la solución pasó, en primer lugar, por una excedencia. Mi objetivo era recomponerme y decidir cuál quería que fuera mi futuro profesional. En este proceso trabajé mucho en mi autoconocimiento y esto dio lugar a la decisión de afrontar nuevos retos. Cuando uno pasa por un burnout y hace un trabajo de reflexión profundo, sale transformado de muchas formas. En mi caso, esto derivó en un giro en mi trayectoria profesional y, en último término, en este libro.
P.- «Estamos tan acostumbrados a correr en esta vida que la prisa tapa las señales que el cuerpo nos envía», dice en el libro. ¿Cuándo hay que encender las alarmas?
R.- El cuerpo es sabio y nos manda muchas señales, el problema es que no le escuchamos con la suficiente atención. El cansancio que no desaparece tras descansar apropiadamente es una primera señal a considerar, ya que puede ser porque nos estamos quemando o también por otras causas que no está de más revisar. Otra de las señales que me parece muy reveladora es que te sientes triste sin causa aparente y ya no disfrutas de cosas que antes te podían gustar. También es indicativo que te empiezas a encerrar en ti mismo y te alejas de personas a las que quieres o aprecias. Y sobre todo, que la rumiación mental y los pensamientos de falta de valía aparecen habitualmente sin ser capaz de controlarlos, llevándote a estar todavía más triste y sin ganas. Todo esto en muchos casos deriva también en conductas que se incrementan, como comer peor o fumar más, junto con otras que desaparecen, como quedar con amigos o hacer deporte. Por eso, hay que tomar conciencia de estos cambios que van apareciendo y tratar de escucharnos muy alto y con honestidad ya que muchas veces los excusamos con razonamientos que no nos hacen ningún bien.
P.- ¿Qué ocurre tras el incendio? Es decir, ¿cómo es el proceso de recuperación?
R.- El proceso de recuperación puede tener muchas formas y, de hecho, es un gran error pensar que todos son iguales o que hay unas fases concretas. Cada persona tiene unas circunstancias particulares y cada incendio tiene sus propios condicionantes, por lo que es muy importante personalizar la fórmula de tratamiento. Además, poner expectativas o tiempos en el proceso de recuperación no hace más que añadir una carga extra al proceso porque si no se cumple lo que nos han dicho o en los tiempos en los que otros han conseguido recuperarse, podemos caer en frustración, tristeza, etc. Hay que entender que el proceso de recuperación no es lineal y que en cada persona puede tener necesidades diferentes. Por eso, en Trabajar en llamas se plantea la fórmula del extintor, con ingredientes y actuadores en los tres planos clave del proceso: el físico, el psicológico y el conductual. Un buen proceso de recuperación debería valorar cada uno de esos bloques y formular la alquimia de ingredientes y actuadores apropiada para cada persona. Y, por supuesto, si es necesario, buscar ayuda profesional.
P.- ¿Cuándo puede considerarse que una persona está recuperada para volver al trabajo?
R.- La vuelta al trabajo depende de muchos factores. Por un lado, la persona tiene que sentirse recuperada para volver, habiendo atajado los síntomas, trabajado en sus propias herramientas y sintiéndose fuerte como para retomar sus responsabilidades. Sin embargo, esto también se relaciona con las condiciones del entorno al que vuelve. Por ejemplo, en contextos muy exigentes y altamente competitivos, con responsabilidades que no están bien definidas y con responsables autoritarios no dialogantes, será necesaria una recuperación más profunda. En organizaciones más amables, con una buena experiencia de empleado, la persona puede incorporarse antes o de forma más paulatina. En esta última fase del proceso de recuperación es importante valorar también este contexto y en caso de que consideremos que ese no es nuestro lugar, tomemos acción para buscar otro camino. Hay personas que vuelven a su puesto de trabajo porque se han tomado las medidas apropiadas a nivel de organización y tienen más herramientas para afrontar los retos del día a día. Hay otras personas que deciden cambiar y buscar nuevos horizontes. Una vez más no hay una receta universal.
P.- ¿Es adecuado medicalizar los problemas de salud mental sin abordarlos a nivel social o político? ¿Deberían abordarse también en el seno de las organizaciones?
R.- En la definición formal del síndrome del trabajador quemado da la sensación de que la responsabilidad recae sobre la persona, puesto que no ha sabido gestionar apropiadamente el estrés. Sin embargo, hay amplias probabilidades de que, si hay un trabajador quemado, el sistema en el que se mueve (equipo, departamento, etc.) también esté ardiendo. Por lo tanto, es importante no solo plantear actuaciones a nivel individual, sino que hay que elevar la mirada y analizar qué factores están contribuyendo al incendio a nivel organizacional. Los contextos de presión asociados al crecimiento empresarial, la incertidumbre, la inmediatez o la falta de desconexión son sólo algunos ejemplos de factores a revisar.
P.- ¿Qué acciones deben tomar las organizaciones para prevenir y/o encarar el burnout de forma global?
R.- Normalmente se habla de tres niveles de prevención. El primero sería proporcionar información a los trabajadores y plantear planes de bienestar para tratar de evitar que el burnout aparezca. Es lo que más habitualmente relacionamos con la prevención propiamente dicha. El segundo nivel sería detectar lo antes posible aquellos primeros síntomas en personas que, a pesar de haber puesto todos los medios para evitarlo, puedan estar entrando en ello. Aquí es importante hacer evaluaciones periódicas y actuar con las primeras señales para frenar la progresión del síndrome. El tercer nivel está enfocado a tratar a los trabajadores que ya están quemados y ofrecer ayuda para que se recuperen cuanto antes, minimizar sus consecuencias y evitar posibles recaídas. Esta es la parte más formal de las actuaciones, pero hay una parte más emocional que no podemos olvidar y es la escucha. En cualquier contexto profesional es importante que los profesionales sientan que se están escuchando sus necesidades. Si, además, estamos hablando de una persona que está transitando por un burnout, entonces la escucha cobra un valor aún más alto, por los sentimientos de soledad, vulnerabilidad o vergüenza que suele experimentar. Esta para mi es una de las claves primeras que debemos considerar: escuchar con empatía y completa presencia a la persona quemada para. desde ahí, poder construir conjuntamente un plan de acción para la recuperación.
P.- ¿Cuál es el coste para las empresas de no hacer frente al burnout? Por ejemplo, un estudio de la consultora Deloitte en el Reino Unido dice que, por cada libra invertida en recursos para mejorar la salud mental en el trabajo, las compañías ganan cinco libras en reducción del absentismo laboral
R.- Efectivamente, la OMS y otros organismos fijan en una relación 1 a 5 el retorno de inversión en salud mental, puesto que se mejora la productividad, se reduce el absentismo y la rotación, etc. Sin embargo, es importante considerar ese impacto no sólo dentro de la empresa, sino también a nivel familiar, comunitario, etc. Si estás quemado como profesional, hay muchas probabilidades de que otras áreas de tu vida puedan estar en llamas también porque es imposible hacer una separación estricta entre ellas. Debemos reflexionar sobre la importancia de la salud mental no sólo en términos de rendimiento económico, sino también pensar qué queremos priorizar como valores de nuestra organización y, en definitiva, como sociedad. Combinados con los resultados económicos, la salud y el bienestar deberían estar en los objetivos estratégicos de cada empresa.
P.- Las enfermedades relacionadas con la salud mental constituyen el segundo grupo de patologías que más tiempo de baja laboral generan, tras los trastornos musculoesqueléticos, de acuerdo con un estudio de Fremap, la mutua colaboradora de la Seguridad Social, de 2022. ¿Considera que el legislador español, en línea con la Organización Mundial de la Salud, debe considerar el burnout como una enfermedad profesional?
R.- Las cifras sobre las bajas laborales asociadas a salud mental son muy elevadas y con una tendencia creciente, por lo que se está poniendo mucho foco en ello. El hecho de considerar el síndrome del trabajador quemado, el estrés o cualquier otro problema de salud mental como enfermedad profesional puede ser muy beneficiosas para el trabajador, ya que abre la puerta a mayores niveles de protección. En ese sentido, la persona podría acceder a diferentes actuaciones a nivel de atención sociosanitaria, como pruebas diagnósticas o tratamientos, pero también estaría más cubierta a la hora de valorar actuaciones preventivas, de recuperación o reintegración en la organización. A su vez, esto no solo evitaría recaídas, sino que reduciría la probabilidad de que otros profesionales puedan verse afectados gracias a las medidas adoptadas.
P.- España lidera el consumo mundial de ansiolíticos (benzodiacepinas como Valium u Orfidal, que el 11% de los españoles toma a diario contra la ansiedad y el insomnio), según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), dependiente de Naciones Unidas. ¿Es adecuado que el tratamiento de los problemas de salud mental pase necesariamente por fármacos o habría que entrenar primero a las personas para que sepan qué hacer a nivel cognitivo cuando se enfrentan a situaciones de este tipo?
R.- Sin duda, los fármacos son de gran ayuda en ciertos momentos, pero es importante hacer otro tipo de trabajo que no sólo nos ayude con los síntomas, sino que vaya más a la causa raíz y nos proporcione herramientas. Por un lado, el plano físico, tenemos que ayudar a nuestro organismo con el incendio que está viviendo y con el agotamiento que sufre. Comer bien, hacer deporte o tener un buen descanso son algunos ejemplos de cosas que debemos revisar. Por otro lado, en el plano psicológico, tenemos que trabajar en nuestro autoconocimiento, el establecimiento de límites, la inteligencia emocional, etc. Por esto, en el libro se presenta la fórmula del extintor anti-burnout para que funcione como un conjunto de ingredientes y actuadores a considerar para dar con la mezcla apropiada para cada persona.
P.- ¿Hasta qué punto influye el déficit de psicólogos clínicos en la atención primaria en que se receten tantos fármacos?
R.- Efectivamente, la salud mental en la atención primaria es algo que está en pleno debate, pues hay una demostrada necesidad de acompañamiento psicológico que no está cubierta. Desde el Ministerio de Sanidad y dentro de la Estrategia de Salud Mental 2022-2026 se han planteado diferentes actuaciones, entre las que se encuentra la mejora del acceso a los servicios de salud mental desde atención primaria. Hay que hacer seguimiento y evaluación de dichas actuaciones para valorar si realmente son suficientes estas medidas. A día de hoy, muchos de los pacientes tienen que recurrir a los servicios privados para poder tener la atención psicológica requerida y no todo el mundo puede disponer de esa opción, por lo que está claro que hay que actuar. Ojalá este plan de acción consiga una mejora de la situación.
P.- Por último, ¿tenemos que salir del armario de la ansiedad, tanto en casa como en el trabajo, de una vez por todas?
R.- Es clave que sigamos trabajando en visibilizar los problemas de salud mental porque todavía existe un gran estigma y esta situación se agrava aún más en el contexto profesional. Parece que no podemos tener un mal día, que tenemos que trabajar siempre a máximo rendimiento para ser competitivos y, por supuesto, no mostrar nuestras vulnerabilidades, lo que crea un caldo de cultivo perfecto para que la persona que pueda estar quemándose no levante la mano y pida ayuda. Cuando yo hablé abiertamente de mi burnout, no dejaron de llegarme mensajes de personas agradeciendo que visibilizara este problema porque con ello se habían dado cuenta de que ellos mismos estaban quemados y eso daba sentido a muchos de sus problemas de salud, de relaciones, etc. Creo que hablar de ello y compartir nuestros procesos es un magnífico ejemplo para que otras personas puedan levantar la mano y así, entre todos, luchemos y pongamos remedio a esta lacra que nos está consumiendo. La visibilidad de la salud mental que están ofreciendo personas tan influyentes como Carlos Alcaraz o Alejandro Sanz es importantísima para que reflexionemos sobre ello. Debemos hablar de salud mental y romper la creencia de que eso nos hace débiles porque pedir ayuda es de valientes.
Autor: Henar Vega
Título: Trabajar en llamas
Edita: Lid editorial
Páginas: 186